Era su escondite. Un lugar que nadie conocía, y así quería que
siguiera siendo. Un sitio para descansar, para reflexionar, para
escucharte.
Las hojas se mecían suavemente por la brisa con olor a humedad,
chocando a veces contra el cristal de la ventana, proyectando verdes
colores sobre la pared.
El viento sonaba como una canción apaciguadora y relajante, un
murmullo que no sabía muy bien quien lograba emitir.
Un pájaro volando en la lejanía, una gota deslizándose por la hoja que
pende de la rama de un árbol, la luz de la luna reflejada por toda la
casa, siempre y cuando los árboles lo permitieran.
La hamaca, moviéndose al compás de la brisa que trae el olor a humedad.
Las nubes que van y vienen por el cielo ya gris de la noche.
Y los ojos fijos en aquella ventana desde donde se divisa la plateada luna.
Que relajante...
ResponderEliminarMuy bonito el post! Sigue así!
Te quiero, cerda!
Toma toma toma...¡Actualiza perruna! Que quiero leer las cositas molonas que escribes.
ResponderEliminarEste post reiterativo y pesado no tiene ninguna relación con el hecho de que me aburro en el trabajo, no no.
Te adoroooo!!
Y casi dos meses sin actualizar...
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