martes, 9 de marzo de 2010

El vuelo

Se elevó del suelo, y comenzó a volar. Pasó por encima del patio donde de pequeño jugó tantas veces con sus amigos. Carreras de coches, chapas, el fútbol con aquella pelota blanca...y aquella vez que se cayó y se raspó las rodillas.
Más tarde cruzaba por encima de los tejados de las casas, y recordó aquella vez que ayudó a su padre a colocar unas tejas que el viento había tirado al patio de aquella vecina tan extraña que supongo todos tenemos.
Se elevó un poco más, y llegó a entrever el parque, con sus bancos, sus árboles, y aquella frase que un día, ya no recuerdo, escribió.
A continuación, dejando ya atrás la ciudad, el bosque se aproximó a su vista, y frondosos árboles hacían que llegara a su memoria la excursión donde conoció a las personas que más tarde coparían parte de su vida.

Sin detenerse, como un avión que surca los cielos, o un helicóptero que ves en el cielo y piensas: ¿Perseguirá a alguien?, las líneas pintadas en la carretera parecían ser una continua muestra de orden en el asfalto.
Y viendo aquellas señales, aunque desde la altura no vislumbrara lo que indicaban, recordó las horas que pasó en el coche para realizar el mejor viaje de su vida, el que siempre recordará con un cariño especial.
Cuando hubo llegado a su destino, vio posible el viaje de vuelta, de la misma manera que había realizado su trazado de ida, pero pensó que existían otros caminos que, llevándole al mismo punto o a otro diferente, le proporcionarían visiones y recuerdos tan fantásticos como los anteriores.
Y supo que, cuando quisiera, podría realizar viajes, por el cielo o la través de la imaginación, surcados de experiencias que cada día se van sumando a nuestro ser.
Y que muchos de ellos le harían desear numerosos caminos más, distintos, iguales, de otro modo, pero con la misma esencia. De cualquier tipo, repetidos, modificados...pero siempre, caminos. Porque es mejor caminar...


El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas.