domingo, 24 de octubre de 2010

El refugio del bosque










Era su escondite. Un lugar que nadie conocía, y así quería que
siguiera siendo. Un sitio para descansar, para reflexionar, para 
escucharte.
Las hojas se mecían suavemente por la brisa con olor a humedad, 
chocando a veces contra el cristal de la ventana, proyectando verdes 
colores sobre la pared.
El viento sonaba como una canción apaciguadora y relajante, un 
murmullo que no sabía muy bien quien lograba emitir.
Un pájaro volando en la lejanía, una gota deslizándose por la hoja que 
pende de la rama de un árbol, la luz de la luna reflejada por toda la 
casa, siempre y cuando los árboles lo permitieran.
La hamaca, moviéndose al compás de la brisa que trae el olor a humedad.
Las nubes que van y vienen por el cielo ya gris de la noche.
Y los ojos fijos en aquella ventana desde donde se divisa la plateada luna.